Las ideas no son manzanas

 

 

En casi todas las publicaciones de este sitio, al final encontrarás un mensaje que dice «fotografía de cabecera (cc) por…» Esa CC son los Creative Commons, una forma distinta de registrar la producción cultural, una forma de decir «listo para compartir» y fue una de las primeras iniciativas que comenzó a marcar este período de «muerte de los intermediarios» sobre los cuales escribiré reiterativamente.

Este artículo es un poco antiguo, pero no pierde vigencia.

 

Las ideas no son manzanas: Creative Commons (cc), La Cultura de Compartir

Publicado originalmente en el año 2008 en la revista ICIMAG. Posteriormente publicado en Octubre de 2011 en C.U.V.A.

Por J. Cristóbal Juffe V.

Hasta ahora, el conocimiento, la cultura y el arte estuvieron reservados para un pequeño porcentaje de privilegiados. Internet y la visión del mundo como una aldea global han ido revolucionando todos los ámbitos, especialmente el de las comunicaciones. En este panorama, el copyrigth está siendo poco a poco destronado por una nueva cultura basada en el compartir.

Desde la popularización masiva de Internet, la persecución a la llamada piratería ha sido una cacería que crece en forma tan desmedida como la propia red. El término piratería hace referencia principalmente a la copia realizada sin el consentimiento del titular, violando los derechos de autor.

Así, en casi toda Latinoamérica hemos presenciado avisos donde se compara el copiar un disco con delitos tan exuberantes como el robo de un auto. Sin embargo, esta persecución pasa por alto un elemento fundamental que se encuentra a la base de las leyes de la mayoría de los países, que hace referencia a la copia privada, lo que quiere decir que el uso doméstico de una copia no autorizada, mientras sea sin fines de lucro, es legal, y no solamente es legal, sino que forma parte de nuestro derecho de acceder a la cultura.

De esta manera, la ley protege a los autores, para que no se realice usufructo económico de sus obras sin autorización, entregando un derecho de propiedad intelectual temporal, como una forma de fomentar la producción cultural.

Por otra parte, al momento de producir cultura, ya sea música, artes visuales o literatura, todos necesitamos inspiración, y como dice el abogado español David Bravo Bueno, si le preguntan a cualquier músico sobre sus orígenes, mencionará una serie de bandas en las cuales se «inspiró», recordando con nostalgia su colección de «cassettes» grabados con los artistas que marcaron su tendencia y fomentaron su creatividad.

Así, es obvio que ningún autor crea su trabajo de la nada. Todos nos hemos basado en algo, hemos establecido relaciones entre elementos ya existentes, de manera que el acceso a la cultura es necesario para la creación. Una sociedad necesita acceder a su propia cultura para regenerarse, re-pensarse y re-crearse.

Sin embargo, la inminente muerte de la industria de los discos, que ha sido disfrazada bajo la amenaza de «la muerte de la música», ha desatado una lucha contra los usuarios por usar su derecho a la copia privada, por ejercer a través de internet su derecho de acceso a la cultura universal. A esta lucha, que ha llegado a millonarias demandas a usuarios que «descargan» un par de canciones, se han sumado los estudios de cine e incluso algunos artistas que no logran ver todo el cuadro.

Cortando la inspiración

El caso más emblemático en lo referido a la mezquindad con que se ha tratado el derecho de autor corresponde a Walt Disney y el legado de su industria, ya que una de las cláusulas del derecho de autor se refiere a la caducidad de éstas luego de un periodo de tiempo fijo después de la muerte del autor. Por ejemplo, en Chile ese periodo era de 50 años, mientras que en otros países este tiempo se reduce incluso a 30 años.

Cuando Walt Disney era una industria emergente con pocos recursos, pudo utilizar los cuentos de los hermanos Grimm («Blancanieves», «La Cenicienta») para producir las películas de animación que lanzaron a la fama a sus estudios sin pagar un solo centavo por los derechos de autor, ya que estos habían «expirado».

Sin embargo, cuando Disney (la empresa, no el difunto Walt) se dio cuenta de que su más importante personaje, «Mickey Mouse«, podía pasar a ser del dominio público, ejerció presión sobre el gobierno de Estados Unidos, de manera que en 1998 se promulgó una ley conocida como «La Ley Mickey Mouse» que extiende los derechos del autor hasta 70 años después de la muerte del mismo. Asimismo, a través de las condiciones para establecer tratados de libre comercio, Estados Unidos ha presionado a otros países a adoptar estas mismas leyes, que en Chile fueron establecidas en el año 2003.

Las ideas no son manzanas

La persecución del acceso a la cultura ha sido fuente de conflictos en varios países, sin embargo, ese no es el punto interesante del nuevo enfoque. El movimiento que se está generando gracias a internet no está basado en la piratería ni en el derecho a la copia privada, ni siquiera tiene como objetivo el reducir los derechos de los autores sobre sus obras: está basado en la idea de compartir.

Y si bien compartir es una palabra que suena a idealismo en un mundo basado en el libre mercado, es necesario reenmarcar la discusión sobre la cultura, y para ello lo mejor es citar al Nobel de literatura George Bernard Shaw:«Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.»

De aquí se desprende la obvia noción de que una idea no es un objeto, por lo tanto no puede ser tratada como tal.

Desde siempre las leyes referidas a este tema han permitido una alternativa al derecho de copia (copyright), que consiste en no registrar una obra y dejarla al dominio público. Sin embargo, ese escenario deja sólo dos alternativas: Reservar todos los derechos o perder todos los derechos.

En respuesta a este problema, desde hace más de quince años se vienen generando otras posibilidades que permiten la colaboración abierta. Una de las más populares en la actualidad son los creative commons, un tipo de licencia alternativa al copyright, que permite que el autor determine los límites y las restricciones que desea poner a su propia obra. De esta manera, puede escoger que su obra se pueda copiar, distribuir, comunicar y ejecutar públicamente poniendo alguna, varias o todas las siguientes condiciones:

   Atribución: La persona que la utilice debe reconocer y citar la obra de la forma especificada por el autor.

 

   No comercial: La obra no puede ser utilizada para fines comerciales.

 

     No hacer obras derivadas: La obra puede ser utilizada como tal, pero no se permite hacer otras obras a partir del material de la original. Por ejemplo, bajo esta limitación no se puede hacer re-mezclas de la música o usarla para crear nuevos videos musicales.

 

   Licenciar igual: Si se generara una obra derivada (en el caso de que no exista la restricción anterior), debe ser distribuida también bajo una licencia creative commons, con la finalidad de resguardar la libertad de la obra.

 

Y para licenciar una obra bajo creative commons, solo se debe visitar su sitio:

www.creativecommons.cl y seguir sus instrucciones.

 

El fenómeno

Quizás lo más impresionante en cuanto a este tema sea la manera en que se ha comenzado a generar la cultura del compartir. Y si bien en un principio todos los autores agregaban la restricción de no hacer uso comercial de su obra, de a poco la gente ha ido comprendiendo que la mejor forma de distribuir su trabajo es gratuitamente. Ya sean músicos o fotógrafos, escritores o pintores, a todos los artistas les conviene la difusión, darse a conocer, porque al fin y al cabo ese es el objetivo de cualquier obra: comunicar.

Y lo más interesante es que los ingresos de los autores aumentan, ya sea por una vía o por otra, manteniendo la libertad de la cultura, cortando los lazos que durante las últimas décadas fomentaron la visión de que la cultura podía ser sólo un bien de consumo.

Y así, durante el último tiempo hemos visto que varios artistas famosos han liberado sus obras, comenzando por la interesante propuesta de Radiohead de vender sus discos en línea, donde los compradores pagaban lo que querían, e incluso, si no querían o no podían hacerlo, no pagaban nada. Este ejemplo ha sido seguido por distintas bandas que han empezado a ofrecer sus discos gratis por internet. Múltiples autores ofrecen sus cortometrajes, documentales e incluso largometrajes de forma libre o bajo licencias creative commons, a la vez que cientos de escritores siguen el mismo camino. El resultado es que se genera más cultura y más artistas visitan nuestros países (es por eso que Madonna vino a Chile), ya que los movimientos culturales se han dinamizado.

Y al final, la propuesta es simple, ¿vas a guardar tus ideas y creaciones esperando el nicho adecuado para explotarlas comercialmente bajo el sueño de que te harán millonario? ¿O compartirás tu creación cultural con el resto del planeta? Las herramientas están disponibles.

 

Fotografía cabecera (cc) por: Csutkaa